sábado, 14 de junio de 2014

En el desierto del Thar


En el cafetín de Khuri no hacen falta sillas

El Gran Desierto del Thar es un vasto territorio en el que un día alguien dibujó una frontera, tras la traumática separación entre Pakistán e India.

Como todos los desiertos es lugar para dramas, como la partición de pueblos, o para otros no menos terribles, como la primera detonación de una bomba atómica india en 1974, que tuvo lugar en la zona más despoblada de este desierto de más de 800kms de longitud.

El desierto es una de mis pasiones. Es patria de los sin patria, de los pueblos nómadas, uno de los territorios en los que otros sin patria, como yo mismo, que no me siento más orgulloso o menos porque los colores de un documento que me identifica sean unos u otros, nos sentimos bien.



Y allá que fuimos, a cumplir con una tradición personal que debería ser obligatoria a todo viajero, como es dormir al raso, entre la escasa vegetación de acacias y plantas ralas, junto a la localidad de Khuri, un pueblecito en el que hay varios alojamientos económicos, tipo cabaña, otros no tanto y donde se practica el pastoreo de subsistencia y poco más.

Anocheció sobre el duro suelo del Thar, entre el sonido de aves y pequeños mamíferos que empezaban a salir, escarabajitos, polillas... Esa pequeña vida que bulle bajo la arena durante el día abrasador y que sale a la superficie por la noche.

Miles de estrellas acompañaron el sueño y luego un amanecer tras el cual desayunamos en el pueblo, en la pequeña tienda donde el tendero, a sus tiernos 11 años, nos habló de las largas familias de 8 y más hermanos, de su negocio, de la escuela y del futuro. Un té, unas galletas, unos bidis (Cigarrillo típico indio) para las amistades y otra vez camino.

Conversar en aprender, incluso sobre lo más nimio. Como observar a la gente de allí con sus bigotones o sus turbantes, sus dos señas de identidad, o sus pieles curtidas por la dura climatología de un desierto donde se llegan a alcanzar los 52ºC.

Aún con lo duro del clima, en la superpoblada India una zona desértica como esta es un remanso de paz, de silencio tras unas cuantas ciudades estruendosas



Quedan las ganas de volver, quién sabe si algún día, por alguna extraña coincidencia, a conocerlo desde el lado pakistaní.

Cómo llegar: Toma sus buenas horas en bus desde Bikaner, pese a que está relativamente cerca. Una buena opción en Rajastán, donde no circulan trenes en la mayor parte del territorio,  es el taxi compartido que se puede contratar en Jaisalmer, por ejemplo, por unos días para hacer el tour de las principales ciudades.

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