martes, 3 de junio de 2014

Junio 2009. Sáhara Occidental en bicicleta (I)

Historia triste de un desierto

La historia reciente del Sáhara Occidental es la historia de una injusticia. La cometida primero por el Estado Español, que primero colonizó una tierra durante años para explotarla en su propio beneficio, para luego abandonarla a su suerte.
Y es que el proceso de descolonización del Sáhara resulta vergonzante. Es la crónica de un abandono de todo un pueblo a su suerte, forzando un conflicto bélico y obligando al exilio a miles de personas en 1975, que aún hoy día siguen viviendo en los campamentos de Tindouf, en la zona más dura del desierto argelino, que podéis ver aquí.
Se estima que, en la actualidad, 165.000 saharauis permanecen exiliad@s, extranjeros en mitad de ninguna parte y sin poder volver a la que es su tierra. Miles de niños y jóvenes han nacido y sólo conocen la existencia del campamento de refugiados, excepción hecha de las temporadas de vacaciones que solidariamente les ofrecen personas en el Estado Español.

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Mientras tanto el gobierno marroquí mantiene la explotación de las minas de Fosfatos de Bou Kraa y otorga concesiones sobre unos bancos de pesca, cada vez más esquilmados, que no le pertenecen.
Al mismo tiempo persisten las denuncias sobre violaciones de los derechos humanos, que se agudizaron durante la llamada Intifada saharaui de 2005. Los pobladores saharauis que aún resisten en ciudades como Laayoune muchas veces sufren persecución política, detenciones arbitrarias y la mínima manifestación, por pacífica que sea, es reprimida.
Asimismo persiste la denuncia de otra lacra de esta zona como es la existencia del muro que separa la zona liberada por el Frente Polisario y la zona controlada por Marruecos. En esta zona hay, según informes de organismo oficiales  e independientes, al menos cinco millones de minas antipersona, prohibidas por la normativa internacional.
Ya lo dije otro día, viajar también es comprometerse, “mojarse”, no sólo mirar.


Plano de la zona amurallada


Marrakech en dos miradas

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En la Medina de Marrakech


Marrakech es una ciudad muy hermosa, aunque algunos de sus habitantes, con la costumbre de intentar venderte lo que sea y a ser posible por el triple de su precio, la pueden convertir a veces en un lugar un tanto hostil para el turista desprevenido.
También hay otra Marrakech, que encontré un poco de casualidad. La Marrakech opulenta de los clubs privados, las pistas de tenis y los restaurantes exclusivos. A un paso del tipismo de la Medina o la plaza Djema el Fnaa, pero no menos real.
Pero, puestos a quedarme con algunos rincones de esta ciudad, me quedo con un cafécito en una terraza de la Plaza Foucauld, con un paseo por alguno de sus parques o con su caotica combinacion de beduinos mezclados con oficinistas de traje y corbata. De mujeres enlutadas con jovencitas en vaqueros y con ese bullicio que solo descansa un poco a las ardientes horas del mediodia.
Y sigo mi lento camino. 14 horas de bus y un jueves de montar mi bici, conseguir provisiones y disponerme al largo camino hasta Dakhla, donde el Sàhara mira a Mauritania.

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Marrakech es rojo y anaranjado.
Y esa luz....


Todo en regla

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Pasaporte, papelote y bici
El gendarme que sube en la frontera terrestre de un pais que no existe (No olvidemos que el Sàhara no es un territorio independiente), cerca de Tarfaya, huele a pescado.
Una primera inspeccion de pasaporte para mi solito, haciendo perder tiempo al resto del bus que se lo toman con humor. Anota mi profesion y sonrie. De hecho parece estar de excelente humor.
A la llegada a Laayoune la cosa no es tan amable. Justo a la entrada espera el control milititar que identifica a todos los pasajeros y revisa el equipaje. Les gusta mi bici. Doy el papelito de "guiri" turista que viene a estas tierras a ver quién sabe qué. No se entretienen porque es la burocracia habitual. Me quedo mi copia y el conductor la suya, que debe entregar en el siguiente puesto.
Eso si, no sé qué han entendido porque anotan en mi profesion fontanero, tras un rato un tanto surrealista ayudado por el amable Ahnmadàn, saharaui residente en Madrid que viene de visita familiar, conseguimos resolver el entuerto.
Todo en regla. Por fin estoy en Laayoune (El Aaiún) tras la odisea autobusera.

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En Laayoune no solo hay atascos de coches

La mezcolanza de idiomas que habla la gente en Laayoune es mareante.
Esta ciudad es aparentemente normal, sin atractivos turisticos. Pero desde un primer momento te das cuenta que hay cosas que no cuadran, como por ejemplo los coches oficiales de la ONU recorriendo las calles, o que las patrullas policiales recorran la ciudad con las ventanas enrejadas permanentemente.
Cualquier amable vecino te para con la intencion de hablar un poco de castellano. Muchos hablan de esta tierra como Sahara, nunca como Marruecos, algo que, por supuesto, está prohibido.
La ciudad es un tanto destartalada, aunque Marruecos ha invertido en la restauracion de varias calles y avenidas. Hay pocos vehiculos, pese a lo cual el trafico en el centro es caótico.
De la colonizacion española es bien poco lo que queda. Canarias es el lugar donde todos quieren ir a trabajar. Piensan que se puede hacer dinero rapido con los turistas.
Mohamed toma un te conmigo. Su esposa es de Lanzarote, me cuenta, aunque de origen saharaui. Trabajo varios años con los camellos en Las Palmas, pero ahora eso ya no da mucho. Ahora tambien tiene camellos pero aqui.
Otro rato sigo. Me espera la cena y un rato de te indolente en algun cafetin.

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