miércoles, 21 de octubre de 2015

Cicloturismo balcánico. 5ª etapa: Vir-Cañón del Piva, 76kms

Tras tanto subir montañas recorriendo Montenegro, por fin me tocó bajar, en medio además del alucinante paisaje que conduce a la frontera con Bosnia-Hercegovina.
Fue una etapa de vértigo, durante buena parte de la que bordeé gargantas y barrancos con cientos de metros de caída que cortan la respiración en el entorno de los ríos Pivo y Tara.
Todo ello con el Parque Nacional Durmitor al Este, bosques y un clima que fue empeorando.
La despoblación se fue haciendo evidente y la única localidad destacable que atravesé en toda la jornada fue Pluzine, con sus 1500 habitantes.




Parque Nacional Durmitor


El pueblo de Pluzine con el embalse al fondo


Toda la provincia norteña de Montenegro tiene una exigua población de 5 habitantes por km2. La zona es muy abrupta, con un clima frío, montañas de más de 2000ms  y toda su actividad económica se centra en algo de turismo, ganadería y madera. Una economía casi de subsistencia que conocemos muy bien en Aragón y que propició el abandono también de tantos pueblos...




Ha contribuido a esa despoblación la construcción de grandes obras hidráulicas, que anegaron parte de las tierras fértiles de los valles.
Pero en un entorno tan duro me crucé con gente especialmente amable, empezando por el artesano Aleksandar al que me encontré en la carretera y con el que compartí café, bocata y una agradable conversación. Me recomendó el viaje hacia Serbia, pero no estaba en mis planes. Otra vez será.




Luego coincidí con dos aguerridas cicloturistas que estaban haciendo el camino en dirección contraria a la mía. Espero que les fuera bien. Lo que yo iba bajando ellas aún tenían que subirlo.
Y más tarde, en Pluzine, con un café a la orilla del embalse que baña el pueblo, me contaron algo de la historia de las carreteras que transitan por la zona, las minas... Una tierra dura, en definitiva, llena de gente majísima.



Entre unas conversaciones y otras terminé llegando de noche cerrada a un bosque donde montar la tienda y pasar la fría y húmeda noche, pensando en los osos y lobos que habitan el cercano parque nacional. Me aseguraron que no se veían mucho, pero uno no las tiene todas consigo.
Pretendí estar alerta, pero lo cierto es que me dormí como un tronco.





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