lunes, 3 de abril de 2017

Una peregrina de menos de tres meses en la Ruta Jacobea


Goya nació en junio de 2016. Con ella empezó un viaje que nos sobrevivirá y que pasa por ser la mayor de mis aventuras.
Los papás, pero sobre todo las mamás, caminan mucho. Caminar es lo que más hace una madre con una criatura que va creciendo y pesando más, durante meses y años.
Por otro lado el vínculo paterno cuesta más, es más tiempo el que se necesita pues la gran teta, la necesidad de mamar del bebé, lo domina todo en los primeros tiempos de vida.


Así pues no nos pareció mala idea coger los bártulos y plantearnos hacer lo que más se hace con un bebé, caminar y cargarlo, pero con un destino: Santiago.
Allí que nos fuimos, Paloma, Goya y yo, a tan turístico y masificado recorrido, pero en una época más suave que el duro verano, en septiembre, ya terminando la estación.
Aclarar que, viendo que el Camino entero se nos hacía inviable, cosa de las vacaciones, optamos por el tramo gallego partiendo de Sarria, donde llega el cómodo tren nocturno que sale desde Zaragoza. Es la distancia mínima que se requiere para obtener la Compostela, poco más de 100km.
Si se quiere llegar a Galicia desde Zaragoza el TrenHotel 00922 es totalmente recomendable como medio de transporte. Tiene una ventaja añadida y es que también se pueden transportar bicicletas en el coche cama y te pones en Sarria a primera hora de la mañana, ideal para arrancar tras un buen desayuno.
Fue casi el único día en que veríamos la lluvia, algo insólito en Galicia, como insólito ha sido todo este otoño e invierno, secos como no se recordaba en años.
Para caminar con un bebé en el Camino el llevar un carrito se nos antojaba labor titánica, aunque no falta quien lo haya hecho. Mucho más práctico, habida cuenta de que nuestra hija tenía dos meses y medio en aquel momento y era un ser muy delicado, llevarla pegada al cuerpo en una mochila. La senda está pensada para hacerse a pie y, de hecho, en todo el recorrido se aclaran los tramos que no son ciclables, como para pensar en hacerlos con un cochecito.



Desde el primer momento te das cuenta de lo que ya te habían contado: el camino se ha convertido en un destino turístico de primer orden. En el recorrido se puede escuchar hablar más inglés o alemán que gallego y esa afluencia "guiri" ha repercutido en lo que eran unos precios más que modestos hace unos años, cuando Paloma empezó este camino.
Unos datos. En 1990 hubo apenas 5000 peregrinos. En 2016 la cifra oficial fue de 278.041 de los que 150.000 eran internacionales. La ruta jacobea ha sido protagonista en películas, como la infumable The Way de Emilio Estévez. Fue recomendada como antidepresivo por un humorista alemán y hasta escenario para un reality coreano. Esto ha disparado el número de peregrinos exponencialmente y son de lo más variopintos los motivos para peregrinar, aunque esta caminata tenga más que ver con un trekking que con el concepto de peregrinaje religioso.

El camino desde Sarria empieza fácil. Soutos galegos, castaños y carballos que nos acompañarán todo el camino y un clima en general benigno. Por nuestra parte recomendamos no seguir a pies juntillas las etapas que recomiendan las diversas guías, especialmente si se va cargado con una bebé extra, y parar cuando realmente se necesite. Eso sí, ello obliga a cargar con todas las pertenencias y no a enviarlas mediante empresas, una práctica muy extendida entre los peregrinos.
El camino desciende al valle a orillas del Miño y cruza el pueblo nuevo de Portomarín, movido tras anegar la preciosa villa medieval el embalse franquista de Belesar. Tras ello empezará el continuo sube-baja que nos acompañará hasta Santiago. No hay grandes cotas en altura, pero sí algunas subidas molestas.


La cuestión de dormir cuando se va con niñas de corta edad restringe los lugares. Una habitación común puede ser un incordio para los demás durmientes y nada cómoda para la mamá sobre todo.
Así pues hay que buscar los albergues que tienen alguna habitación para discapacitados que no se use o bien tirar de habitaciones individuales y pensiones que, por desgracia, suelen tener precios a veces abusivos para lo que ofrecen. Pernoctar al raso no es una opción, aunque muchos peregrinos tienen que hacerlo en temporada alta.
En el top de los albergues señalar el reconvertido pajar de Mercadoiro por su encanto y por instalaciones el Albergue Pereiro en Melide.
Sigue el camino atravesando Galicia y la conversación con los gallegos habla de un mal repetido y que de sobra conocemos en Aragón: la despoblación. Galicia languidece en localidades cada vez más envejecidas y los recursos tradicionales como la ganadería o la explotación maderera dan para mantener a muy pocos.




Al mismo tiempo lo más interesante que uno encuentra en la caminata son las pequeñas aldeas. Furelos, Ribadiso o Astrar son lugares que cuesta encontrar en un mapa, pero, al mismo tiempo, prados y casitas de piedra desde las que ver pasar el tiempo... o las vacas.
Van apareciendo los hórreos, algunos de ellos espectaculares e incluso catalogados. Por desgracia su función agrícola tradicional, nos cuenta un paisano, ha pasado a decorativa.
En la parte gallega de la ruta, hasta llegar a Santiago, no hay grandes iglesias ni catedrales espectaculares, pero sí pequeños templos, muchos cerrados, generalmente de origen románico o gótico. Algunos monasterios y los pazos de la baja nobleza que luego han terminado en manos de la gente con posibles.




Conforme fuimos avanzando nos encontramos con la curiosidad natural que hacía que en alguno de los lugares donde se sella la credencial del peregrino ya esperaban a la bebé de Zaragoza. También hubo detalles simpáticos, como los regalitos que Goya recibió: una flecha de peregrino, una medallita de María Magdalena o un banderín de Puerto Rico.
Cuanto más se acerca el camino al destino final da la sensación de que más personas viven de la ruta en sí. Esa sensación me asaltó en pueblos como Arzua y conforme aumentaban los puestos de souvenirs. A falta de una economía más sólida el fluir de caminantes puede ser un estupendo negocio.
También, sin darse uno apenas cuenta hacen su aparición, por miles, los eucaliptos. Son inmensos, pues crecen rápido y, aunque han desplazado a los tradicionales robles gallegos, hay que reconocer que proporcionan un intenso aroma y son muy estéticos, con sus capas de corteza de colores variados.
Y a lo largo de toda la ruta nos permitimos unas cuantas experiencias gastronómicas. Galicia es tierra de temporadas. En invierno y comienzo de la primavera pote y grelos, comida fuerte y calurosa. Pescado para todo el año y pulpo en todas partes. Septiembre es un mes para el pimiento de padrón. Y siempre vino de ribeiro, albariño y algunas cervezas artesanas de nuevo cuño.








Terminando casi Santiago nos recibe con el Monte do Gozo y su monumento estrambótico donde rezó Juan Pablo II. Barriadas de cemento, el aeropuerto y carreteras hacen que la llegada no sea especialmente bonita. La ilusión amortigua esa fealdad y el casco histórico de la ciudad compensa de sobra.





Por otro lado Santiago es una ciudad activa y moderna. Hay que aprovechar su oferta cultural además de cumplir con el abrazo al santo o visitar sus monumentos. También es un buen punto para acercarse a todo Galicia, especialmente a la Costa da Morte como hicimos, aunque eso dará para otra historia.
Y, terminando, ya se habrá dado cuenta el lector que esto no es una guía de viaje. Tampoco es la intención, pues la idea del peregrinaje, del movimiento, incluso de una cierta espiritualidad es lo que convierte una experiencia tan trillada en algo muy personal, con la ilusión de único. Paloma terminó una ruta empezada nada menos que 15 años atrás. Mi experiencia fue un primer acercamiento. A Goya se lo contaremos más adelante.
Merece la pena recorrer la Ruta Jacobea, no importa si es sólo, acompañado o con una vida que recién empieza y camina contigo.

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